La fiesta se acaba, cierra la discoteca y mis amigas y yo nos vamos a casa. Llegamos
hasta el metro y entramos en el vagón. Me siento enfrente de Irene.
Saco el móvil y abro el WhatsApp…
“¡Joder! ¡Cuántos mensajes!”
Una sombra pasa delante de mí, pero mi borrachera no me permite ver quién es, así
que sigo leyendo y solo veo tíos que me han hablado…
¿En élfico? ¿Qué puto idioma es este con Jotas, haches y kas?
“Borrachos desesperados.”
Me levanto y voy hasta el servicio. La puerta se abre y sale Irene.
~ ¡Tíiiiiiia! ¡Cómo me alegro de verte!
EUPHORIA: Oye, ¿dónde has dejado al chico ese con el que te estabas liando?
~ En la disco. No sabía besar. Cuando me besaba el cuello, me lanzó un mordisco…
¡Mira, mira qué marca!
EUPHORIA: ¿No te gustó cómo te besaba el cuello? Y… ¿qué tal así?
De pronto me agarra el pelo y ladea mi cabeza.
Comienza a jugar fogosamente con su lengua sobre mi piel desatando la diosa lujuria
que llevo dentro.
Cierro los ojos y me veo obligada a jadear.
Sus manos comienzan a acariciarme salvajemente el cuerpo. Coloca una de sus
piernas entre las mías y comienza a rozarme.
Uuffff.
Nuestros labios se funden en un beso de película mientras sus manos se cuelan bajo
mi falda. Comienza a acariciar mi ingle. Sube hasta encontrar mi puntito de placer y lo
presiona… Mmmmm.
Acelera sus movimientos y mis muslos se contraen. Mi sexo se derrite. Mis jadeos
comienzan a descontrolarse y mi orgasmo llega.
~ ¡Aahh!
Me deshago en espasmos y al acabar la miro intensamente a los ojos. Y al
devolverme la mirada me dice...
EUPHORIA: Te dije que soñaba con probar esto.
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